Por: Rigoberto Puentes
En la búsqueda de una razón para
explicar el sostenido crecimiento del mercado accionario a pesar de las pobres expectativas de la
economía global, la mejor que he encontrado es la de la falta de alternativas
para colocar el cada vez más abundante volumen de dinero. Los rendimientos de
los productos de renta fija son
deprimentes: los bonos de referencia (bonos del tesoro de los EE. UU.) generan
entre un 0.5% anual -los de corto plazo-, y un 2.8% los de 30 años. Los bonos
corporativos (A+) no son muy diferentes (máximo 3.5% anual). Los certificados
de depósito garantizados por la FDIC están alrededor del 1%.
Ante el panorama anterior, los
inversionistas ven con buenos ojos el mercado accionario, en donde se pueden
lograr rendimientos hasta del 15% anual, solamente por dividendos (Ej. AGNC,
NLY) y un nivel de riesgo que, muchos expertos piensan, no es muy superior al
de los bonos. ¡Peeero… hay un problema!: los sucesivos programas de alivio
cuantitativo (EE. UU., Unión Europea, China, Japón y otros) están creando gigantescos volúmenes de efectivo
que van a parar al mercado accionario… ¡inflando la burbuja! Con el
inconveniente de que las burbujas siempre explotan.
Algunas veces demoran en hacerlo, pero al
final ocurre.
Alerta: Tarde o temprano
puede presentarse un desplome masivo de los precios, en donde las acciones
caigan 40 -50% en una semana, como ya ha ocurrido en el pasado.
Sugerencia: A partir de ahora es fundamental hacerle un seguimiento
más estricto al mercado. Un buen indicador, entre muchos, es la encuesta de la AAII
(American Association of Individual
Investor), la cual muestra qué esperan sus afiliados para los siguientes
seis meses.
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