La importancia de la educación en finanzas personales
Desde el punto de vista de su origen, existen dos tipos de pobres: los que
lo son de nacimiento y aquellos que lo son por decisión personal.
Circunstancias
desconocidas hacen que unas personas nazcan en cunas de oro y otras en catres
de rastrojo. Las últimas no son culpables de su pobreza: han aparecido y se han
desarrollado en hogares o no-hogares en los que el ambiente que los rodea los
aprisiona y les dificulta salir de la miseria. Se requieren esfuerzos casi sobrehumanos para escapar de la misma.
Solamente unos pocos logran la hazaña de superar ese estado, generalmente espoleados por padres inteligentes que comprenden que sus
hijos también tienen derecho a disfrutar de las cosas buenas de la vida… y a
costa de grandes sacrificios consiguen que se eduquen y aprendan un oficio o una profesión que les
permita sobreponerse a su estado original…
Pero las primeras…, aquellas
personas que favorecidas por las circunstancias del azar nacen en hogares de
familias acomodadas, en ambientes en los que la educación superior es parte de
la cultura familiar, que se forman en oficios o profesiones que les generan
ingresos aceptables que les permitirían vivir cómodamente..., ellas no tienen
justificación para ser pobres. Si lo son es por decisión personal, por dejadez,
por negligencia, por no querer tomarse el trabajo de aprender a administrar sus
recursos financieros. Son personas que eligen
gastarse todo lo que ganan, o más de lo que ganan. Convencidas de que su
problema se debe al volumen sus ingresos, intentan solucionar esa situación
involucrándose en peligrosos proyectos, pirámides y otras aventuras financieras,
sin medir el riesgo; o soñando con ganarse la lotería, o con la esperanza de
que el próximo negocio… ese sí va a ser el que los saque de su situación actual
y de noche a la mañana va a convertirlos en los nuevos Carlos Slims o Donald
Trumps…
Algunos, la minoría, con el tiempo, son lo suficientemente inteligentes como para aprender de sus propias
experiencias (costosas experiencias), ser autodidactas y desarrollar disciplina financiera que poco
a poco les permite empezar a generar riqueza; pero otros, la mayoría, jamás
desarrolla esa cultura y transitan por los pasillos de la vida quejándose de su
mala suerte, sin llegar a comprender que la causa raíz de sus problemas
económicos no se encuentra en el monto de sus ingresos sino en su falta de
educación financiera.
¿Para qué sirve la educación en finanzas personales?
A. Nos capacita para administrar eficientemente el dinero, haciendo que éste
alcance para los gastos comunes y que quede un remanente para ahorrar.
B. Nos permite “ver” oportunidades de inversión que generalmente pasan
desapercibidas para un ojo no entrenado financieramente. En los mercados,
muchas veces se presentan situaciones que son verdaderas gangas…, para quienes
logran reconocerlas y ejecutarlas.
C. Nos protege contra malas inversiones: El mundo está plagado de tiburones
financieros que prometen ayudarnos a ganar dinero fácilmente, pero que al final
resultan siendo pirámides u otro tipo de trampas financieras.
D. Nos ayuda a mejorar nuestra
capacidad para anticipar y sopesar los riesgos y amenazas que puedan afectar a
nuestra salud, nuestra vida o nuestros bienes, y nos muestra alternativas para
evitarlos o enfrentarlos de manera tal que causen el menor daño posible.
E. Nos ayuda a mejorar nuestra habilidad para negociar: El conocimiento de
conceptos básicos, tales como interés compuesto, porcentajes, amortización,
etc. son fundamentales para negociar la adquisición o venta de bienes. La
educación financiera nos enseña cómo, con el uso de simuladores financieros,
estos conceptos son muy fáciles de aprender y aplicar.
F.
Nos ayuda a optimizar el pago de impuestos.
G. Y lo más importante de todo: nos genera tranquilidad de espíritu. El
hecho de saber que nuestra situación económica está bajo control contribuye
enormemente a llevar una vida placentera, disfrutando de las cosas buenas que
la misma nos ofrece y durmiendo profundamente todas las noches, sin premuras
económicas, sin deudas fuera de control, en fin, sin angustias relacionadas con
dinero…
La
diferencia entre una persona educada financieramente y otra que no lo está, se
puede medir en miles de millones de pesos, el problema está en que, en la
mayoría de los casos, esa diferencia sólo se hace notoria cuando ya es
demasiado tarde para remediarla.
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