La educación financiera es considerada una
temática fundamental por los organismos de integración internacional
pertenecientes a la América Latina, por tanto la misma se considera una
estrategia pertinente y adecuada para observar la evolución de los mercados a
nivel continental y para combatir los efectos que pudieran ejercer las crisis
internacionales en las economías propias de cada nación.
En este sentido son diversos los programas y
planes que se han desarrollado para promover la educación financiera, y de esta
manera ayudar tanto a los sujetos que manejan los instrumentos financieros como
a las entidades que los ofrecen. Ahora bien, ¿ha sido el esfuerzo suficiente?,
¿cuáles son los frutos obtenidos?
En la actualidad, los
esfuerzos por incrementar el acceso a servicios financieros se han multiplicado
a nivel mundial; sin embargo, en América Latina y el Caribe,
227 millones de adultos no tienen acceso a servicios financieros formales. ¿Cómo
se lucha para lograr la inclusión financiera? Hay que tomar en cuenta que aún
hoy en día existen muchas zonas rurales dentro de América Latina, en las cuales
simplemente no se tiene acceso al sector financiero, ya sea por negligencia de
los ciudadanos o por falta de concienciación de parte de las políticas
públicas. A pesar de los avances de los últimos años, algunos
los gobiernos de América Latina deben fortalecer las políticas públicas orientadas a elevar la inclusión
financiera, lo cual requiere de esfuerzos en los ámbitos de la oferta y la
demanda de servicios, así como del marco institucional, así que por tanto no se
perfila como algo fácil.
En los últimos diez años,
América Latina logró sacar de la pobreza a más de 70 millones de personas. Educación, infraestructura,
seguridad y servicios de atención a la salud de mejor calidad son ahora el núcleo
de las demandas de la creciente clase media de la región. Sin embargo, de
acuerdo con estudios, aún hay más de 130 millones de ciudadanos que aún viven
en la pobreza crónica. La verdadera pregunta es… ¿cómo empoderar a estas
personas para el uso de herramientas financieras, si la mayoría de ellas está
ocupada tratando de sobrevivir a su situación de pobreza?
Ahora bien, la educación
financiera juega un papel importante dentro de la ciudadanía activa. Permite
formar ciudadanos comprometidos en la toma de decisiones responsables. De esta
manera ofrece beneficios tanto particulares como para el desarrollo de la
nación en cuestión, por tanto no solamente los gobiernos deben actuar, sino
también el sector privado tiene que aportar estrategias de acercamiento entre
estos ciudadanos y los instrumentos financieros, para que así la balanza del
equilibrio monetario pueda inclinarse a su favor.
Asimismo, la educación
financiera contribuye a que las familias puedan ajustar sus decisiones de
ahorro e inversión a su perfil de riesgo y a sus necesidades, lo que favorece
la confianza y la estabilidad del sistema financiero. Una familia que tiene un plan
financiero personal desarrollado no es una familia que se quebrará fácilmente
cuando la crisis aparezca súbitamente, sino que por el contrario tendrá bases bastante
sólidas para responder positivamente a la misma.
La
declaración mundial de la Educación Financiera como un hecho económico imprescindible
es innegable, si nos amparamos en las declaraciones de las diversas
instituciones a nivel mundial como las organizaciones internacionales, las
instituciones multilaterales y los foros internacionales como el de la OCDE
(Organización para la Cooperación del Desarrollo Económico), el Banco Mundial,
el G-20, el APEC (Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico) y la ASEAN
(Asociación de Naciones del Sudeste Asiático).
Sin
embargo, es necesario comprender que el desarrollo de la educación financiera
va incuestionablemente de la
mano con el avance tecnológico. Es a través del avance y la inclusión de la
nuevas tecnologías que las instituciones bancarias, de la mano con las
instituciones gubernamentales, deben empoderar a los ciudadanos
latinoamericanos, para así tener nuevas
generaciones de ciudadanos con mayor ingreso y ahorro, y mejor preparados, lo
que redundará en una oportunidad para resolver otros problemas estructurales de
los países latinoamericanos.
El doctor Luis Alberto
Moreno, presidente del BID, dijo: “La respuesta hoy, más que antes, está en las
fuentes de crecimiento de orden interno”. “Allí
tenemos un inmenso desafío: aumentar la productividad y generar conocimiento. Este es el factor que explica nuestro atraso
relativo frente a otras partes del mundo”.
/María Hernández
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